Por fin había desaparecido...las gotas de sudor recorren mi cuerpo, las heridas de sangre aun seguían brotando de mis rodillas... temblaban y todo mi cuerpo tiritaba.
Cada vez notaba que el frio se iba adentrando más y más en mis entrañas.
Las manos apenas las podía cerrar y el castañeo de mis
mandíbulas no podía evitar.
Me seguí adentrando en el bosque.
Se oían a los lobos aullar y el roce del viento en las ramas de
los árboles provocaba un crepitar tenebroso.
No sabía qué hora era ni donde estaba me había perdido en el
tiempo e incluso a veces dudaba de mi propia existencia.
Cada paso que daba sentía que el latir en mi pecho era cada vez
mas fuerte... de repente oí detrás mío una rama del suelo romperse me pare me
paralice mi boca no emitía sonido alguno sentía que el corazón se me salía del
pecho, poco a poco me gire con lentitud temblando y casi llorando al fin
conseguí girarme sentía que lo que había delante mío en esa oscuridad iba a
terminar conmigo con la pesadilla que había empezado hace ya no se cuanto
tiempo leyendo un simple poema…
Fuego fatuo que todo lo puede
Lo hace, lo crea, dos almas
Semidesnudas coloreándose
De amor y pasión…
Mis ojos viajaban lentamente sobre cada letra, verso, y sentimiento
que aquel poema escondía.
Cinco dedos apoyándose bruscamente sobre mi hombro, detuvieron
de una manera muy inesperada mi lectura.
Asustada, giré la cabeza lo suficiente como para poder
identificar, a aquella persona que había conseguido que diera semejante bote
sobre el sillón de cuero.
Para mi sorpresa, no hallé a nadie, y Christine no podía ser,
pues se había ido a trabajar y volvía a las 11.
Me parecía algo muy extraño, pues juraría que me habían tocado
por la espalda.
Decidí inspeccionar la casa algo acongojada, miré debajo de las
escaleras, debajo de las camas, en la bodega, e incluso me había aventurado a
mirar en el sótano.
Y es que no había ni un alma en metros a la redonda, estaba muy
asustada, pues noches anteriores, en casas del barrio, había habido una serie de asaltos con violencia.
En un instante, pensé que mi vida acababa, que ya nada tenía
sentido, pues acababa de oír pisadas detrás de mí, me giré pero el brazo que me
estaba rodeando por el cuello el cual no sé de donde había aparecido, me estaba
ahogando. Pegué un grito ahogado en el silencio, pues la otra mano, estaba
presionando contra mi boca y mi nariz un pañuelo, con no se qué sustancia.
Quería defenderme, no rendirme seguir luchando, pero cada
segundo que pasaba sentía que me desvanecía, que se me nublaba la vista, y
perdía fuerzas y el conocimiento…
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