domingo, 24 de febrero de 2013

Cree en ti mismo


El cálido viento arropaba mi cuerpo, se oía a los pajarillos piar y la alta hierba era mi mejor colchón. Me despertó aquel rayo de sol que estaba empezando a provocar en mi rostro un picor algo desagradable.
En aquel paraíso todo era mucho más fácil, todo, los problemas parecían simples pesadillas que tenía en mis peores sueños. Me senté apoyando mi cuerpo en el bello Sauce llorón, y divisé a mi izquierda un camino que nunca había visto. Me incorporé curioso pensando en todos los secretos que aquel misterioso sendero escondía. Puse mi pie derecho en la tierra y al instante, todo se desvaneció, los pajarillos, la alta hierba, el cielo y el sauce, y allí estaba yo, en un camino desconocido, en medio de la nada. No me asuste en absoluto, pues sabía que pasara lo que pasara en aquel lugar todo era impredecible.
Brotó del suelo un cofre, de tamaño medio, de color marrón oscuro, en el que se podía apreciar unas letras que decían: “ábreme”, y eso hice, la abrí y encontré un sobre escrito con letra elegante y cursiva, lo abrí y decidí leerlo.
“La vida, es un camino lleno de obstáculos que debemos saber superar. Al final de este camino, hay un cofre que contiene la solución a todos tus problemas”.
Valiente y emocionado de que la solución a todos mis problemas estuviera al final del camino, me dispuse a andar con paso firme. Con forme iba caminando, en los dos lados del camino, se iban descubriendo imágenes, de mi, de mi pasado de mi presente, y de un nítido futuro.

Un ruido aterrador hizo que me parara en seco, piedra a piedra parte del camino empezó a derrumbarse, y con él todas mis esperanzas de encontrar la solución…Caí al suelo de rodillas, pero no, no iba a rendirme tan fácilmente. A mi lado aparecieron unas vigas, tornillos, un martillo, y cuerda, tenía que ponerme manos a la obra si quería acabar aquel puente rápido.

Tarde horas, días semanas, meses y años hasta que conseguí terminarlo y cruzar. Cuando llegué al otro lado tomé un aliento de fuerza y de firmeza y me puse a correr esperanzado de que mi respuesta estuviese cerca.

Un alto muro, impidió mi paso, pero ese tampoco sería impedimento alguno para pasar, pues lo escalé, me costó unas horas. Volví a reanudar mi paso firme, durante mucho tiempo, crucé ríos, escale montañas y atravesé cuevas…

Estaba cansado, destrozado, y destruido ya no podía mas... de mis ojos brotaban solo lágrimas  desesperanzadoras, lloraba cual niño sin consuelo, y así estuve horas, hasta que una mano me acarició la espalda, me giré y un chavalito con cara humilde me sonrió.

-Hola amigo-

-hola- dije cansado, y triste, ¿Cómo te llamas pequeño?-

-Me llamo Daniel, encantado-

Pasaron miles de cosas por mi cabeza en ese momento, hasta que se me ocurrió preguntarle el por qué de todo aquello-¿Por qué nunca llego al final del camino? ¿Por qué no alcanzo la solución? ¿Y por qué hay tantos obstáculos?-

El chavalito me sonrió y me dijo con un tono muy tierno -Esos obstáculos de los que hablas, no estaban cuando tu llegaste, todos y cada uno de ellos te los has puesto tu mismo-

-¿Qué dices?- dije atónito.

-Me caes bien ¿sabes? pues he visto a miles de viajeros en este camino, y algunos han muerto, otros nunca llegaron a encontrar la solución, pero a ti te voy a ayudar, pero tienes que prometerme que no te vas a quitar la venda de los ojos, y que vas a confiar al 100% en mi-

-Vale, lo haré- aquel crío me inspiraba confianza, y mucha ternura, tenía algo especial que no sabría describir.

Estuve caminando un rato de su mano, hasta que me dijo que ya habíamos llegado, me quitó la venda, y ahí estaba otro cofre… “esa sería la solución a todos mis problemas” (pensé hacia mis adentros). Cuando fui a darle las gracias por haberme ayudado aquel muchachito, había desaparecido, no le di muchas vueltas al asunto.

Me pregunté que habría en el sobre… ¿dinero? ¿Una casa nueva? ¿Un coche nuevo?

Decidí abrirlo de una vez… ¿y que había? Un sobre.

Lo abrí y leí:

“! Enhorabuena peregrino ¡Has conseguido llegar al final de tu camino, y la solución a tus problemas es esta:

Valora más tu vida, quiere a tu mujer tal y como es, se honesto con la gente que te rodea, sigue luchando, y nunca te olvides, de de creer en ti mismo”.

En aquel momento, desperté y abrí los ojos, una luz fluorescente me cegó.

Estaba tumbado en la camilla de algún hospital y Carlisle, mi mujer, estaba llorando sobre mi regazo, sonreí al poder verla, ella siempre estaba tan bella, aun con la cara llena de lágrimas era hermosa.

-Cariño, estoy bien te quiero- le dije tranquilizándola

-Gracias a dios-empezó a llorar aun más- cariño, no me des estos sustos-

-¿Pero qué ha pasado?- dije confuso

-Te ha dado un ataque al corazón Javier, otra vez. He llamado al un ambulancia, y en  nada estábamos aquí, ha sido todo tan rápido, todo esto en una simple hora, no te vuelvas a ir mi amor te quiero-
Todo había sido un sueño, una lección vital, y es que lo que había pasado era tan sumamente real…En ese momento besé a mi mujer y decidí hacer caso a la carta.
Javier, vivo años y años de felicidad junto a su mujer, tuvo 2 hijos Daniel, y Pedro, pero una mal día le dio un infarto y murió, estoy realmente orgulloso de haber podido ayudar a mi padre en aquel día, y de haberle guiado hacia la solución. Día a día voy a su lápida y leo la inscripción:
“Javier, buen padre, buen marido , luchador, saltador de obstáculos, escalador de montañas y constructor de puentes, una gran persona, que nunca dejó de creer en sí mismo”.

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