18/04/2013
Los
primeros rayos de sol atravesando la cristalera de colores, despertaron a la
pequeña, que ansiosa deseaba salir a jugar con su abuelo.
Se
vistió y desayunó tan rápido que manchó su vestido nuevo, cosa que hizo que sus
ansias de juego aumentaran.
Cuando
hubo terminado todas sus tareas se reunieron en la trinchera (una caseta
montada con mantas y pinzas por su abuelo y ella) para decidir a que jugar. Barajaron miles de
posibilidades, pero la más acertada les pareció jugar al escondite.
Empezó
el abuelo a esconderse y a la pequeña le tocaría empezar a contar, cosa que aun
no dominaba demasiado bien aún. Unnoo, Dosss, Tresss, Cincooo, gritaba canturreando,
hasta que por fin llegó al diez.
Con
sus dos cortitas piernas empezó a recorrer toda la casa, pues tenía la viva
esperanza de encontrar a su abuelito; primero abrió la puerta de la cocina con
algo de dificultad, miró en los armarios, en la papelera, e incluso miró dentro
de la lavadora, pero allí no estaba.
Salió
de la cocina para dirigirse al cuarto de estar, provocando un taconeo sobre el
suelo de madera, recorrió toda la sala, buscó debajo de los sofás e incluso en
la terraza, pero no, tampoco estaba allí.
Recorrió
4 habitaciones más, e incluso se atrevió a superar uno de sus grandes miedos, que era mirar en
la bañera, corrió con mucho miedo la cortinilla rosa del baño, y no, no
encontró nada.
De repente, un grito impertinente embaucó a la
niña; era su madre diciéndole que había
que ir ya a comer, pero no, ella estaba decidida a encontrar a su pobre
abuelito que se había perdido.
La
niña pasó por al lado de un armario, pero un armario que hablaba, abrió las
puertas y allí estaba metido el abuelito que, muerto de risa, cogió a su nieta en brazos. Decidieron no moverse
hasta que alguien les encontrara, pero no fue difícil, pues la risa de la
pequeña les delató.
Fue
la madre, y la tía de la niña las que los encontraron, con cara de asombro,
pues su padre, el abuelito, nunca habría hecho nada semejante con ellas, pues
era un hombre, duro, rígido, y muy exigente, pero en el fondo aun le quedaba un
poco de la esencia de la niñez.
Años
después, el abuelito cayó en una enfermedad, similar al Alzheimer, y día a día
empeoraba, y la niña, empezó a no ser tan
pequeña y a tener consciencia de lo que estaba pasando, pues a medida de
que el tiempo iba pasando, su abuelito pasaría a ser para ella la persona más
importante de este mundo, su ejemplo a seguir en la vida, el padre que nunca
tuvo .Puedo contaros que todo terminó un 7 de Diciembre de 2010, en el que el
abuelito murió, escribo esto en homenaje a él, una de las personas más grandes
para mí en esta vida.
D.E.P
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