La madriguera de la cebolla.
Las gotas del rocío
invadían por completo el jardín de
karstin, que, molesta con el panorama, decidió meterse en la seta gigante que
era su casa, pues era muy temprano como
para andar limpiando.
Karstin era una joven
cebolla, era de las más guapas y más pequeñas de su cosecha, siempre la
admiraban por sus innumerables capas, su bondad, por su simpatía y por un sinfín de virtudes.
Tenía amigos, una familia que
la adoraba, pero a Karstin le faltaba algo que ninguna de las demás cebollas
nunca había sentido, que era el amor.
Sus padres la habían educado
para que nunca se enamorara de nadie, pues era una cebolla y al menos en el
clan en el que ella vivía, se consideraba algo muy difícil poder caer en las
redes del amor. Ella misma sentía que tenía algo que dar, pero ninguna de las
cebollas estaba dispuesta a darse a conocer, pues sinceramente, todas eran muy
introvertidas.
Un día en la escuela superior
de hortalizas, conoció a un pimiento verde que se llamaba Pitu.
El era diferente a todos los
demás, su altura era bastante inferior a todos sus amigos, era el único que la
comprendía, que escuchaba sus sentimientos, de los únicos que cuando estaban a
su lado no lloraba, y esto hacía a nuestra protagonista sentir especial y
única.
Un día Pitu le dijo de salir
a dar una vuelta al charco, que era un lago que había al final del pueblo, que
hoy no había quedado con sus amigos los tomates, y karstin ilusionada, y sin
pensárselo dos veces accedió.
Y allí estaban, sentados acompañados la tenue luz del atardecer,
intercambiando miradas y risas, y compartiendo pensamientos como siempre
acostumbraban a hacer.
Pitu había estado meses y
meses fijándose en karstin, siempre la había visto por los pasillos, pero
siempre había tenido miedo de que ella no le correspondiese, o que nunca fuera
capaz de abrirse a él, pues las cebollas no tenían fama de enamoradizas, pero
ella era diferente, desde el primer día sabía que era ella con la que quería
pasar una vida.
Esfuerzo tras esfuerzo,
semana tras semana consiguió ir ganándose su confianza, y allí la tenia, a su
lado, tan bella como siempre, y algo sonrojada.
-Bueno karstin tengo algo que
decirte-
-¿A si?- dijo totalmente
avergonzada
-Empezare por esto, eres una
hortaliza increíble, cuando estoy a tu lado, todo parece desparecer, todo,
excepto tu, que ahí estas mirándome con esos ojos que me enamoraron desde el
primer día que te conocí…-
-No, no sé qué decirte, solo
que lo siento que yo también te amo, cuando estoy a tu lado, me siento
protegida, como en una madriguera pero...-
Pitu interrumpió aquel pero
haciendo que sus almas se fundieran en un beso.
Desde aquel día karstin y
pitu vivieron momento inolvidables, recuerdos que insustituibles, pero todo lo
bueno se acaba un día nuestra a
protagonista empezó a sentir cosas extrañas, pues ya no sentía aquella llama
que había sido la desencadenante de tardes y tardes admirando el sol, de conocerla, de amarla… un día lluvioso,
lúgubre, decido acabar con esa relación e irse para siempre.
Karstin estuvo día y días llorando
con sus propias capas, sabía perfectamente que es lo que había pasado, y
recordó aquel día en el que Pitu había interrumpido aquel pero, con su primer
beso, y es que ella nunca podría ser capaz de enamorase, no terminaba de
sentirlo pues en el fondo, ella ya sabía que nunca saldría bien, y es que
aquella dulce madriguera se convirtió en una solitaria habitación.
Tiempo después
la solitaria cebolla abrió un sobre, un sobre que era de su antiguo amor
platónico, con una carta que decía así:
"Te
busco en la lejanía de mi mente.
Te busco, pues quiero siempre conmigo tenerte.
La
lluvia se mezcla con mis lágrimas mientras te busco.
Intento
imaginarme que estás,
y que te amo, pero cada vez que creo tenerte,
te vas
Te pienso, y te vuelvo a pensar, y por más que
busco, te vas...
Voy a prometerle al cielo que te doy por
imposible,
Pero jamás me imaginé que no pudiese cumplir
esa promesa,
Pues
en la incesante lluvia, aun te busco
Te
he perdido para siempre, sé que no vas a volver,
A pesar de eso, yo siempre te voy a querer.
Esta pesadumbre que siento jamás cesa,
Solo me queda por decirte...te quiero siempre
princesa.
Te
has llevado mi vida, como tu belleza a la Luna.
Ya no te tengo...pero puedo seguir besándote.
Es complicado, pienso. ¿Recuerdas el día que
me dijiste ya no te amo?
Pues
aquel día tú te llevaste mi cordura Pero yo, me quedé con tus labios.
Espero
que siempre me recuerdes, que nunca olvides aquellos bellos momentos que tú y
yo vivimos juntos.
Muchos
besos y recuerdos:
Pitu.