-Hola compañero, ¿puedo preguntarte
que haces aquí?
-Pues te voy a contar porque estoy aquí,
por querer a mi madre, y por tener valor-
Había dejado de cantar,
eran las ocho aproximadamente, y como era habitual, ella se disponía a
acicalarse debidamente para recibir a mi padre, que llegaba cansado y harto del
trabajo, y como buena mujer de echo ella tenía que aguantar todas sus replicas
con una sonrisa de oreja a oreja y sin rechistar. Se dispuso a ordenar
meticulosamente la casa, para que mi padre lo encontrara todo perfecto. En el
cuarto de estar, enfrente del televisor, había una mesilla que encontraba desconocida,
pues el mantelito de flores que recubría su superficie, no era el habitual,
pues yo, tan torpe como siempre había derramado la leche, y estaba en la
lavadandería, mi madre estaba algo preocupada porque esto le disgustara a mi padre.
La disposición la sala principal , era
siempre la misma, la funda del sofá con bordado blanco, con un fondo rojo, la
mesilla con el mantel marrón, el jarrón con lirios, y miles de detalles
cuidados milimétricamente.
Tenía el tic-tac del reloj clavado en
la sien, y mi madre cada vez estaba más ansiosa de la llegada de su amado, y
perfecto marido. Se oyó de repente la cerradura, dar tres giros, para que se
abriera la puerta, diera lugar a la visión de
mi robusto padre, el cual parecía cansado, disgustado, amargado y
afectado por el alcohol, mi madre lo recibió con una gran sonrisa, decidí
observar aquella escena desde la fina ranura que dejaba en la puerta de mi cuarto
para poder ver que iba a suceder, y escuché a mis padres charlar;
- Hola cariño, ¿Qué tal el día? ¿Qué
tal te ha ido el trabajo? ¿Al final conseguiste cerrar aquel importante trato
que tenias con aquellos japoneses?- dijo mi madre interesada.
-No, no he conseguido una mierda, el día horrible, y el trabajo, agobiante como siempre, me atosigas con tanta pregunta, anda, haz algo útil y tráeme una cerveza de la nevera.
-No, no he conseguido una mierda, el día horrible, y el trabajo, agobiante como siempre, me atosigas con tanta pregunta, anda, haz algo útil y tráeme una cerveza de la nevera.
Mi padre, tiene tendencia a la bebida,
y a veces cuando me voy a la cama oigo a mi madre llorar hasta altas horas de
la mañana.
-¡Cariño, no hay cervezas en la nevera
¡¿quieres otra cosa?- grita mi madre desde la cocina.
-¡¿Cómo que no hay cerveza?! Joder,
María te dije que compraras cervezas, que llego cansado y agotado del trabajo,
y para una cosa que te digo que hagas, vas y no la haces, hay que joderse.
-Espera espera, a si que tu padre era
uno de esos maltratadores-
-Sii pero déjame seguir con la
historia-
Veo a mi madre salir de la cocina
disgustada
-Cariño he tenido que llevar a Luis al
instituto, pues lo he levantado antes porque tenía que estudiar y no me ha dado
tiempo, lo siento, lo siento muchísimo mi amor, la próxima vez no te fallaré,
lo siento de verdad-
-Si tanto me quisieras, no harías las
cosas tan mal, y no tendrías que disculparte, que desperdicio de mujer, me casé
con una mujer que no sabe ni comprar algo que le pido-
- Lo siento mi vida, si quieres te
puedo compensar luego cuando Luis este ya dormido-
-No no quiero nada de ti, María, por
cierto antes de que te vayas, quiero que me expliques un pequeño detalle, ¿Qué
coño ha pasado con el mantelito de la mesilla en la que tengo puestos mis
pies?-
- Nada, que Luis esta mañana
desayunado lo ha ensuciado y está en la lavadora, no le eches la culpa al
chaval es mía-
Oh mierda, había conseguido meter a mi
madre en un lio, no supe que hacer, decidí seguir escuchando
-No protejas al chaval que ya tienes
sus 15 años, yo a su edad ya me habría tirado a un par de putas, vaya familia
de inútiles-
De repente agudice el oído, no podía
percibir nada, ni el resoplido de una
mosca, hasta que oí un gran golpe en seco, y al instante vi caer a mi madre al suelo…
¡Otra vez no! ¡Otra vez no podía estar
pasando! Me senté detrás de la puerta, haciendo fuerza para que a mi padre no
se le ocurriera entrar, durante unos 5 minutos solo se oyeron insultos gritos,
cosas rompiéndose, y llantos.
Cerré con fuerza los ojos, me caí ligeramente
al suelo, me llevé las manos a la cara, y me desesperé totalmente, empecé a no
saber qué hacer, y a estirarme del pelo, a respirar entrecortadamente, no podía
soportar más esa situación, algo tenía que hacer, alcé la vista, y ahí me vi, en el gran espejo,
cobarde y llorica, pequeño e insignificante, me sequé las lagrimas y analicé la
situación; el hombre al que yo llamaba padre, estaba acabando con una de las
personas a las que más quiero en este mundo, y no puedo dejar que ocurra.
Levante, con fuerza la mirada y cerré fuerte los puños, me levanté del suelo
con decisión, y decidí salir de la habitación.
Mi madre estaba arrinconada en la esquina
mientras mi padre le echaba una represaría, y le daba una patada en la boca.
-¡Para¡ ¡no la toques!¡basta!- le
grite con todas mis fuerzas.
-Hombre, pero a quien tenemos aquí…
mira María, el pequeño Luis parece que ha salido a defenderte-
-¡No¡ ¡ a él no le hagas daño¡!pégame
a mí, me lo merezco¡
Mi padre empezó a reírse a carcajadas,
y a mirarme con cara de loco. El puño derecho cada vez lo cerraba con más y mas
fuerza, “Actúa o este es el final” pensé para mis adentros. Aproveché un pequeño despiste que tuvo aquel
hombre, para rodearle el cuello con mis brazos, el era más mayor que yo, y casi
me puede.
-¡No Luis¡ 1no hagas nada de lo que te
puedas arrepentir¡- me gritaba desesperada mi madre
Conseguí sin querer acabar con aquel
hombre y con aquella pesadilla. Mi madre supo continuar su vida, sin aquel
cabrón, se supo volver a enamorar de un hombre que la quería de verdad y que la
valoraba solo como ella merecía y ahora ella es feliz, eso es lo que importa, ¿No
es así?
- Si, la verdad es que tienes razón
amigo, va a ser verdad que esto del correccional no es tan mal, por cierto me
llamo Vladimir-
- encantado Vladimir, yo me llamo Luis-
L.Code
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