Aquel
lluvioso día de invierno me metí en un antro que divisé a la vuelta de la
esquina.
Henry and
company
se llamaba el nombre de aquel curioso bar en el que estaba dispuesto a ahogar
mis penas.
Cuando
entré, estaba más que abarrotado de gente, como no, siempre estaba rodeado de
ellos, había mesas redondas de distintos colores y formas y las sillas parecían
sacadas de otro siglo futurista.
Me
senté en la barra del bar, en un taburete en el que me costó muchísimo subir, pedí
un Burbon bien cargado y me puse a
analizar a los camareros.
El
que me atendió iba lleno de pircing y tattoos, hubo uno que me llamó mucho la
atención, eran dos rosas una rosa, y otra blanca, que estaban entrelazadas
entres si, era precioso.
-Aquí
tiene- me dijo aquel curioso camarero que parecía salido de un circo, y que por
cierto interrumpió mis pensamientos.
Cogí
aquel vaso chato, eché un gran trago, y al instante empezó a arderme la
garganta, (literalmente).
Me
puse a pensar;
No
tenía familia, no tenía apenas amigos, no tenía amigos y no era ni mucho menos
rico, pues tenía un trabajo en el que todo el mundo me buscaba, todo el día
entre gente muy diferente, entre familias amigos parejas y desconocidos, y es
que todo el mundo me buscaba pero el que no se encontraba con uno mismo era yo…
Tenía
graves dudas, sobre la existencia, y sobre si estaba conduciendo mi vida por el
camino perfecto.
Me
quité las gafas, y me bebí de un trago lo que quedaba en aquel chato…
Cuando
quise darme cuenta ya iba por la octava ronda, era muy triste emborracharse
solo, -no debería usted beber mas- me dijo el camarero, le hice caso, pagué la
cuenta y decidí marcharme de aquel extraño bar.
Seguía
lloviendo, al contrario que hace unas horas no me desviví en taparme para
protegerme de la lluvia.
Miré
hacia el cielo, y noté como iban las gotas recorriendo todos los rasgos de mi
rostro.
No
era capaz de sostenerme sobre mis dos pies asique decidí ir al callejón de la
calle paralela y sentarme junto al contenedor, bajo la lluvia.
Lo
único que brotaba de mis ojos eran lágrimas, me sentía como aquel niño sin
piruleta, o aquel adolescente incomprendido.
Puse
mi cabeza entre mis rodillas, y me quedé helado, atónito, impresionado,
descolocado por lo aunque mis ojos borrosos acababan de divisar... Me pregunté
si sería el efecto de alcohol, porque aquel gatito rallas de colores no podía ser más que fruto de mi imaginación.
-A
mí también me están buscando todo el día – me dijo con una voz muy grave y
ronca
-
Eh ¡amigo, te estoy hablando a ti-
-Sí,
si lo sé pero ¿realmente existes?- le pregunte algo descolocado
-
Si, si que existo igual que tu ¿No?-
-
Si, pero ojala no fuera así- (no me lo podía creer estaba hablando con un gato
multicolor) me dije para mis adentros.
-Calla,
deja de lamentarte y escúchame pero no con la cabeza si no con el corazón
ingenuo humano-
-Vale-
dije con algo de indiferencia
-A
nosotros nos buscan por quienes somos, y por qué hacemos, nuestra labor es
increíble, no desahogues tus penas en
alcohol, no merece la pena, no llores, porque, como te he dicho antes eres
grande, provocas miles de sonrisas en los niños cuando te encuentran , e
incluso unes familias, piensa que eres único como yo, no tienes muchos amigos,
es cierto, pero los amigos que tienes serán para siempre, no eres rico, pero tu
corazón no tiene precio, y no tienes pareja, bueno tiempo al tiempo, amigo valórate
mas a ti mismo-
Valore
aquellas sabias palabras del minino multicolor, iba a contestarle, pero ya
había desaparecido.
Desde
aquel día, valoré mucho más las cosas, me volqué al 100% en mi trabajo, pues me
di cuenta de la verdadera esencia de la vida, había aprendido a valorar lo que
tenia, a que no se mide la riqueza de una persona por el dinero que tenga, si
no por la cantidad de cosas que no cambiaría por ello, y es que por fin,
gracias al fenilo me había encontrado a mí mismo.
Sí,
siempre visto con un jersey a rallas blancas y rojas y llevo un gorrito a
conjunto, llevo gafas negras de pasta y zapatos negros, y me llamo Wallie.
L.Code
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